A comienzos del siglo XX el gobierno español decide ejercer en Marruecos una influencia que devolviera al país el prestigio perdido como consecuencia del Desastre del 98. A este fin se adhiere a la Declaración de Londres de 1904, que asigna a España
la misión de facilitar ayuda a Marruecos para llevar a cabo las
reformas militares, económicas y administrativas de la que estaba tan
necesitado.
En esta época el control de las cabilas que circundaban Melilla estaba
en manos de un pretendiente al trono de Marruecos, que afirmaba ser el
hermano del sultán Abd al-Aziz de Marruecos, Muley Mohámed, conocido en la historia como Bu Hamara por lo que España negocia con él la explotación de yacimientos mineros por compañías españolas y francesas, creándose así la Compañía Española de Minas del Rif.
Sin embargo, estas concesiones hacen que las cabilas que antes apoyaban
a Bu Hamara consideren que éste les ha traicionado y para demostrar su
enojo el 8 de agosto de 1908 atacan las explotaciones, aunque sin causar víctimas y Bu Hamara es apresado y enviado a Fez donde moriría encarcelado por el sultán.
El gobierno prohíbe acciones militares para defender las explotaciones mineras. Estalla una pequeña revuelta, y el general Marina, Comandante General de Melilla, ordena una expedición por las cabilas próximas, que lo único que consigue es la
captura de seis agitadores que son conducidos presos a Melilla.
Las detenciones son el detonante de la sublevación y el día 9 de julio de 1909 se produce, en Sidi Musa,
un ataque de los rifeños a un grupo de obreros españoles que construían
un puente para un ferrocarril minero, matando a seis de ellos e
hiriendo a uno.
En días sucesivos, menudean los enfrentamientos con francotiradores
ocultos en las alturas que dominan las posiciones españolas. El día 16
comienza la llegada a Melilla de fuerzas expedicionarias enviadas desde España y el 18
entran en combate. El 20 se produce un nuevo ataque rifeño en Sidi Musa,
aunque fue rechazado por los españoles tras largos combates, bajo un
sol abrasador sin agua y sin comida. El 22 los ataques se aproximan a
Melilla, por lo que para detener el avance enemigo se ordena una
concentración del fuego artillero sobre el principal núcleo atacante.
El día 27 de julio de 1909 se reciben noticias a través de confidentes rifeños
sobre la preparación de un potente ataque rebelde. El general Marina ordena la salida
de tropas para proteger la posición de la Segunda Caseta. Asimismo,
dispone que la brigada de Cazadores de Madrid, mandada por el general Guillermo Pintos Ledesma, vigile la zona del barranco del Lobo y el de Alfer, situados en las estribaciones del monte Gurugú.
Es en el barranco del Lobo donde los españoles se ven expuestos al
fuego graneado de los rifeños que continúan dueños de las alturas. Se
comete, además, el grave error de intentar la retirada sin apoyo de la
artillería, lo que causa gravísimas pérdidas. El general Marina, a la
vista de la gravedad de la situación, se hace cargo del mando y organiza
la retirada con apoyo artillero y de fuerzas procedentes de la posición
de la Segunda Caseta. Esta emboscada originó 153 muertos, entre ellos
el General Pintos que estaba al mando de la expedición y casi 600 heridos.
El desastre del Barranco del Lobo ha sido considerado, junto con el de Annual
en 1921, como una de las más sangrientas derrotas sufridas por el
ejército español en las guerras sostenidas en el norte de África. Sin
embargo, la verdad es que, a pesar de las pérdidas (153 hombres) se
consiguen los objetivos marcados y se rechaza al enemigo en agosto, y pacificando la zona a finales de año.
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