El proyecto de derrocar a Adolf Hitler empezó a gestarse de manera difusa y solapada en 1938, por parte de algunos altos oficiales de la Wehrmacht deseosos de evitar una gran guerra a escala europea. Entre estos conspiradores estaban el general Ludwig Beck, antiguo jefe de Estado Mayor, y el mariscal de campo Erwin von Witzleben; sin embargo la indecisión de los generales del ejército Franz Halder y Walther von Brauchitsch impidió ejecutar tales planes, mientras la política de apaciguamiento seguida por Gran Bretaña y Francia en esos años les desanimaba de realizar un acto concreto contra el régimen nazi.
En 1943, los planes para un golpe de Estado contra el Tercer Reich se vieron favorecidos por el curso tomado con la grave derrota de la Batalla de Stalingrado, absolutamente desfavorable para la Alemania nazi, la contraofensiva soviética que culminó en la Batalla de Kursk, y la total derrota germana en África del norte tras la batalla de El Alamein, propició un ambiente de descontento entre los militares por la conducción que hacía Hitler en el frente oriental. A mediados de ese año el general Tresckow reclutó en la conspiración al coronel Claus von Stauffenberg, herido de guerra en África, quien se mostró dispuesto a realizar personalmente el intento de asesinar a Hitler. Los conspiradores tenían como preocupación básica evitar la ruina de su país, evitar que Alemania sufriese una desastrosa invasión extranjera, y buscar un retorno al statu quo europeo previo al 1 de setiembre de 1939, aunque expulsando del poder al nazismo; no parecían advertir que en caso de tener éxito podían realmente transformar el curso de la historia europea.
El 1 de julio de 1944 el coronel Claus von Stauffenberg quedó agregado al Cuartel General del Ejército de Reserva en Berlín, como jefe de Estado Mayor del general Friedrich Fromm, lo cual le permitía acudir a las conferencias de Hitler con los altos jefes militares, fuera en Berlín, en Prusia Oriental, o en Berchtesgaden, esta puerta abierta en forma inesperada aceleró la ejecución del plan.
Claus von Stauffenberg salió de Berlín por avión en la mañana del jueves 20 de julio de 1944 hacia Rastenburg, localidad de Prusia Oriental; a 15 km al este de dicha población se hallaba el cuartel militar de Hitler llamado Wolfsschanze
('Guarida del Lobo') y allí se dirigió Stauffenberg con un par de
bombas plásticas ocultas en el maletín. Le acompañaba el mayor von
Haeften como ayudante.
La conferencia militar de Hitler con otros jefes militares empezó en una
amplia sala poco después del mediodía, donde acudieron el mariscal de
campo Wilhelm Keitel, los generales Alfred Jodl, Walter Warlimont
y otros altos oficiales, entre los cuales se hallaba Stauffenberg,
bordeando una enorme mesa con mapas; minutos después de empezada la
reunión Stauffenberg quien llegó atrasado activó la bomba en su maletín
en un cuarto junto a Haeften. Entró a la reunión y se acercó lo más que
pudo a Hitler, colocó el maletín muy cerca de los piés de Hitler y luego
pidió permiso para retirarse por unos minutos fuera del recinto
alegando una llamada por recibir, dejando su maletín en la sala junto a
la gran mesa. Uno de los asistentes tropezó con el maletín y lo colocó
detrás de uno de los pedestales de la gran mesa.
A las 12.40 la bomba
explotó con gran potencia destruyendo gravemente la sala de
conferencias, matando a cuatro oficiales e hiriendo gravemente a otros
cinco, pero dejando a Hitler,
Jodl y Keitel sólo con heridas relativamente leves. No obstante,
Stauffenberg observó la humareda desde fuera de la Wolfsschanze, y
supuso que era imposible que Hitler hubiese sobrevivido y con gran
dificultad pudo salir de Wolfsschanze deshaciéndose de la bomba que no había utilizado y retornó a Berlín a las 13.00 creyendo que Hitler estaba muerto. Von Stauffenberg se dirigió sin demora a Berlín para continuar con la revuelta en Berlín. El general Olbricht lanzó la orden de empezar la «Operación Valkiria» y movilizar a las tropas de reserva disponibles.
El momento decisivo ocurrió a las 19:00, cuando Hitler
estaba lo bastante recuperado para llamar por teléfono. Hitler pudo
llamar a Goebbels, quien hizo arreglos para que aquel hablara con el
comandante de las tropas que rodeaban su ministerio, el mayor Otto Remer, para persuadirle que estaba vivo y exigirle reprimir inmediatamente la revuelta en Berlín; esa misma noche Hitler ordenó que el mayor Remer fuese ascendido a coronel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario