En el accidente de Palomares (Almería, España) se vieron implicados un bombardero estratégico estadounidense B-52 y un KC-135 de reaprovisionamiento en vuelo que colisionaron a 10.000 metros sobre la costa del Mediterráneo mientras intentaban practicar esta operación en el transcurso de unas maniobras de la Fuerza Aérea Estadounidense. Un error provocó que el bombardero chocara con la otra aeronave en la aproximación para repostar. Ambos aviones se desintegraron y cayeron en llamas entre la tierra y la mar. Siete tripulantes resultaron muertos y cuatro lograron saltar en paracaídas. Era el 17 de enero de 1966.
El B-52 transportaba cinco bombas termonucleares de 1,5 megatones. Dos de ellas quedaron intactas, una en tierra y otra en el mar. Otras dos bombas restantes cayeron cerca del pueblo y detonaron, aunque no hubo reacción nuclear pero si pérdida de plutonio, que quedó esparcido. La última bomba se perdió en el Mar Mediterráneo. Los tripulantes supervivientes quedaron sorprendidos de que no hubiera explosión nuclear.
La Armada de los Estados Unidos desplegó un gran dispositivo para localizar y recuperar la bomba perdida en el mar, que fue encontrada al cabo de 3 meses a 869 metros de profundidad, gracias a un pescador local que fue testigo de la caída. También se procedió a limpiar la zona donde las bombas perdieron su carga radioactiva, aunque se estima que el 15% de plutonio fue irrecuperable. Las operaciones le costaron al ejército estadounidense 80 millones de dólares de la época. Actualmente, Palomares es la ciudad mas radioactiva de España.
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