Pocos días antes de un concierto se presentó en casa de Mozart un desconocido, vestido de gris, que rehusó identificarse y que encargó a Mozart la composición de un réquiem. Le dio un adelanto y quedaron en que regresaría en un mes.
Más tarde se supo que aquel sombrío personaje era un enviado del conde Franz von Walsegg, músico aficionado y cuya esposa había fallecido. El viudo deseaba que Mozart compusiese la misa de réquiem para los funerales de su mujer, pero quería hacer creer a los demás que la obra era suya y por eso permanecía en el anonimato.
Según la leyenda, Mozart, obsesionado con la idea de la muerte, desde la de su padre, debilitado por la fatiga y la enfermedad, muy sensible a lo sobrenatural por su vinculación con la francmasonería e impresionado por el aspecto del enviado, terminó por creer que éste era un mensajero del Destino y que el réquiem que iba a componer sería para su propio funeral.
Mozart, al morir, consiguió terminar tan solo tres secciones con el coro y órgano completo. Del resto de la secuencia dejó algunas partes incompletas. Aunque en un principio Constanze, su mujer, pidió al músico de la Corte Joseph Leopold Eybler que terminase el Réquiem, fue su discípulo Süssmayer quien lo acabó (siguiendo las directrices de Mozart).
El estreno de la obra completa se produjo en Viena el 2 de enero de 1793 en un concierto en beneficio de la viuda de un músico austríaco.
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