La matanza de Puerto Hurraco fue un asesinato masivo que ocurrió al atardecer del 26 de agosto de 1990 en el pueblo del mismo nombre, ubicado en la provincia de Badajoz, Extremadura, España. Murieron 9 personas y hubo 12 heridos.
En la década de 1980, los Izquierdo tuvieron constantes rencillas con la familia Cabanillas sobre los límites de sus tierras en Puerto Hurraco. Tras ellas, Jerónimo Izquierdo, el mayor de los hermanos, apuñaló hasta la muerte a Amadeo Cabanillas. Tras cumplir condena regresó a Puerto Hurraco para vengar la muerte de su madre, muerta en un incendio, y apuñalar a Antonio Cabanillas (hermano de Amadeo). Jerónimo ingresó en el psiquiátrico el 8 de agosto de 1986, muriendo nueve días después. Antonio consiguió sobrevivir.
Posteriormente, el 26 de agosto de 1990 los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo, de 53 y 58 años respectivamente, dispararon varios cartuchos después de salir de un callejón hacia una plaza, sobre unos vecinos del pueblo apellidados Cabanillas. Se trataba de un acto de venganza porque los consideraban culpables del incendio de una casa de su propiedad, en el que murió la madre de los hermanos Izquierdo. Posteriormente el tiroteo derivaría contra quienes se cruzaran por la calle. La munición empleada era de postas, cartuchos que contienen nueve gruesos perdigones de plomo o hierro.
Los Izquierdo incluso llegaron a disparar contra una unidad de la Guardia Civil, que acudió alertada por los vecinos. Los dos agentes resultaron gravemente heridos en el interior de su vehículo, antes de poder dar el alto o tratar de defenderse con sus armas reglamentarias.
Tras la matanza, los hermanos Izquierdo huyeron a la sierra. Las unidades de la Guardia Civil que los buscaban los encontraron durmiendo 9 horas después del inicio de la tragedia y fueron detenidos sin resistencia. Habían dejado 9 muertos y en torno a una quincena de heridos de diversa gravedad. Algunos acabaron tetrapléjicos en silla de ruedas el resto de su vida. Los hermanos Izquierdo creían haber matado a unas 20 personas.
En el juicio fueron condenados a 684 años de cárcel. "Su inteligencia", resaltó el juez magistrado, "está dentro de lo normal, hecho que queda corroborado porque eran capaces de manejar un rebaño de unas mil ovejas, tenían fincas arrendadas y tienen, con la crisis que atraviesa el campo, una cartilla de 10 millones de pesetas".
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