La Dama de Elche es un busto íbero tallado en piedra caliza que se data entre los siglos V y IV a. C.
Mide 56 cm de altura y tiene en su espalda una cavidad casi esférica de
18 cm de diámetro y 16 de profundidad, que posiblemente servía, para
introducir reliquias, objetos sagrados o cenizas como ofrendas al difunto. Otras muchas figuras ibéricas
de carácter religioso, halladas en otros lugares, tienen también en su
espalda un hueco y, como la Dama, sus hombros se muestran ligeramente
curvados hacia delante.
La pieza se encontró cerca de Elche (España), donde existe un montículo que los árabes llamaron Alcudia ('montículo') y que en la antigüedad estaba casi rodeado por un río. Se sabe que fue un asentamiento íbero denominado Helike (en griego) y que los romanos llamaron Illici Augusta Colonia Julia. Cuando llegaron los árabes, situaron la ciudad más abajo, en la parte llana, conservando el topónimo romano de Illici, que fue arabizado por el sonido en «Elche».
Se descubrió el día 4 de agosto de 1897. Los obreros de la finca estaban realizando el desmonte de la ladera sureste de la loma de La Alcudia, con fines agrícolas. Según la leyenda local, Manuel Campello Esclápez, Manolico,
un chico de 14 años (este dato discrepa con su certificado de
nacimiento) y que ayudaba en las tareas, fue el descubridor. Usando el
pico de Antonio Maciá, y aprovechando un descanso de los jornaleros,
empezó a excavar. Los obreros agrícolas del doctor Campello de Elche se hallaban tomando
su almuerzo, mientras el zagal Manolico seguía en el terraplén del
montículo de La Alcudia.
En un golpe de azadón se dio cuenta de que topaba con algo duro que no
era tierra (se puede ver aun la marca del azadón). Llamó a los hombres y
entre todos empezaron a escarbar la arena. Así fue cómo apareció el
busto de la Dama de Elche. Desde ese momento fue bautizada por Manolico
como Reina mora.
Su indumentaria es totalmente ibérica. Lleva una túnica azul de fino
lino, mantilla sostenida por una peineta (que puede parecer una tiara),
que cae atravesada sobre el pecho. Esta mantilla era rojiza y en ella
aún quedan restos de pintura gastados. Sobre la mantilla, un gran manto
(albornoz) de tela gruesa y pesante la cubría. Era de color marrón con
un ribete rojo. Los labios conservan también restos de su color rojo.
Está hecha de caliza fina, naranja y la cara tiene el color natural de
esta piedra, probable color natural de su tez.
Daniel, he visto algunas de tus columnas y me han parecido muy interesantes! Te gustaría publicar en Reeditor.com? Da un vistazo a la página y me cuentas. Puedes escribirme a contact@reeditor.com o en twitter @Reeditor_com
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