Una ciudad de madera es como podría describirse al Chicago de 1871. Estaban hechas de madera las paredes y los techos de las casas, sus puertas y ventanas, sus pisos y sus muebles. Los edificios del centro de la ciudad estaban construidos en madera y llegaban hasta los 6 pisos de altura. Algunas calles habían sido pavimentadas con bloques de madera para facilitar la circulación.
Pocos minutos después de las 9 de la noche del 8 de octubre de 1871 comenzó a arder un establo ubicado en el 137 de la Dekoven Street. El viento ayudó a las llamas avivándolas durante dos días interminables en que las construcciones de madera se pasaban la antorcha de la destrucción unas a otras.
Si bien todos trabajaron duro en la lucha contra el fuego, este fue imposible de detener. Ya durante la primera noche el viento había llevado tizones encendidos hacia el otro lado del río Chicago y ahora las llamas atacaban el mismo centro comercial de la ciudad y a sus principales edificios. Uno a uno fueron cayendo: edificios federales, hoteles, edificios de apartamentos, el edificio de la Corte , y muchísimos otros edificios de todo tipo.
Para el 10 de octubre, el fuego había destruido casi 6,5 km² de la ciudad, había dado cuenta de casi 300 vidas y dejado a más de 100.000 personas sin hogar. Más de 17.000 edificios fueron destruidos y las propiedades dañadas se estimaron en 200 millones de dólares. El fuego destruyó cada cosa que se interpuso en su camino y el telégrafo entonces llevó la noticia del desastre a todo el país. La ayuda fue generosa y llegó a una ciudad golpeada pero decidida a salir adelante.
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