Cuauhtemoc fue el último tlatoani mexica de México-Tenochtitlan. Huyendo en canoa de las tropas de Cortés desde Tenochtitlan, él, su familia y sus más allegados guerreros, fue alcanzada por un bergantín español. Cuauhtémoc exigió ser llevado ante "Malinche" (así llamaban a Cortés los mexicas, que es un término patronímico de Malintzin su concubina indígena). Una vez en su presencia, señalando el puñal que el conquistador llevaba al cinto, le pidió que lo matara con él, pues no habiendo sido capaz de defender su ciudad y a sus vasallos, prefería morir a manos del invasor.
A Cortés no le interesó en ese momento la muerte de Cuauhtémoc. Prefería utilizar ante los mexicas su dignidad de Tlatoani. Así lo hizo con éxito, aprovechando la iniciativa y el poder de Cuauhtémoc para asegurar la colaboración de los mexicas en los trabajos de limpieza y restauración de la ciudad. En los cuatro años que siguieron, la administración codiciosa por parte de los españoles, la desconfianza en Cortés, y los temores del propio Cortés, le llevaron repetidamente a tomar decisiones indignas y finalmente le llevaron a aprobar el tormento y la muerte del último tlatoani azteca.
Cuauhtemoc fue torturado mojándoles los pies y las manos con aceite y quemándoselos. Tras el episodio de la tortura, Cuauhtémoc quedó tullido y cojeó. Después de la tortura y curado de sus heridas, el huey tlatoani vuelve sorprendentemente a su papel de noble mexica respetado y bien tratado, pero cautivo, cuyo prestigio y autoridad utiliza Cortés para el gobierno de los vencidos.
En 1524, Cortés emprende viaje a las Hibueras (Honduras), en busca de uno de sus capitanes, Cristóbal de Olid. No es un viaje de rescate, sino de persecución, ya que tiene constancia de que Cristóbal de Olid puede haberse confabulado con su viejo enemigo, el gobernador de Cuba Diego Velázquez, para poblar, conquistar y sobre todo obtener oro u otras riquezas en el sur, ignorándolo a él.
Tras un año de viaje, y en un momento crítico para la expedición le llegan rumores de que Cuauhtémoc está conspirando en contra de los españoles, decidido a atacarlos. Según Cortés, un tal Mexicalcingo, se dirigió al capitán español para narrarle una larga, y un tanto fantasiosa, historia de conspiración de Cuauhtémoc. El hecho es que sintiéndose vulnerable, decidió mandar ahorcar a Cuauhtémoc y al cacique de Tacuba, Tetlepanquetzal, que volvieron a encontrarse ante el verdugo. Esto ocurrió el 28 de febrero de 1525. El cadalso debió ser una ceiba, árbol sagrado de los mayas. Habían pasado cuatro años desde el fin del sitio de Tenochtitlan, y quizá los mismos desde que se torturó quemándoles los pies a los caciques a los que ahora se ejecutaban.